domingo, 23 de agosto de 2009

TOUR SAN CRISTÓBAL

cortesía web


Lima desde la cima

Su historia y atractivo lo han convertido en el apu más representativo de la «Ciudad de los reyes». De día y de noche, la singular cuesta de 400 metros s.n.m., espera la llegada de visitantes nacionales y extranjeros que buscan en la altura un momento de aventura y relajo.

Para emprender el viaje hasta la cumbre hay opciones que van desde las más arriesgadas hasta las más cómodas y seguras. Unos esperan a que llegue semana santa o el primer domingo de mayo para recorrer las curvadas calles caminando en caravana; otros lo toman más deportivamente y prefieren ir cuesta arriba en bicicleta cualquier día del año, y los menos avezados, esperan un bus en la Plaza de Armas que incluye guía turístico por el módico precio de 5 soles.
Usualmente el recorrido empieza aquí. Son aproximadamente 5 agencias las que ofrecen sus servicios por un paseo al cerro San Cristóbal: Khori Mayu Tours, Gumars Travel, Quilla Tours, Yesumi Tours y Cima Tours; estas funcionan todos los días hasta las 8pm. Cada tour dura aproximadamente una hora.

Esta vez, un día viernes en función vespertina, los jaladores se obstinan en llenar los carros. La capacidad de las custers es, en promedio, de 20 pasajeros. Solo una vez ocupados los asientos se puede empezar con el circuito. Hecho esto, el bus arranca por los lugares más representativos del centro histórico, siendo acompañados por una explicación a cargo del guía de turno. El boleto de viaje promete repasar sitios como el Pasaje Santa Rosa, la Plaza Mayor, la Iglesia San Francisco, El Parque de la Muralla, la Plaza de Toros, entre otros.


Una vez finalizado el trayecto bajopontino, el móvil se dirige por la calle San Cristóbal, una vía estrecha e inclinada que hace imposible no experimentar una ligera acrofobia. Entre remezones de izquierda a derecha, el bus se abre paso por una pista que permite ver, desde el lado izquierdo, a «Lima la horrible», esta vez mucho más pequeña y quizás menos horrible y bulliciosa.

Luego, el camino sigue hasta sorprender a los viajeros con una curva totalmente abierta, es decir, desprovista de cercos de fierro y piedras por sus dos lados. «Señoras y señores, a casi un minuto de llegar a la cruz, con ustedes la Curva del Diablo», señala la guía Gloria Chacón, quien sonríe al escuchar cómo los pasajeros gritan como si de una montaña rusa se tratara.

La distancia se acorta y por fin se llega a la cima, se tiene veinte minutos para observar diferentes distritos: los llanos como El Cercado y San Juan de Lurigancho contrastan con las enormes edificaciones de Miraflores y San Isidro. También se puede divisar el río Rímac, el Océano Pacífico, la isla San Lorenzo y diversas playas de la capital.
Desde aquí se alcanza a percibir todo Lima, un ejercicio que quizás solo un ente omnipresente puede ejecutar. Será por ello que nuestros antepasados consideraban a estas elevaciones verdaderos dioses.

En la punta del cerro también se halla el Museo de Sitio, una galería que comenzó a funcionar desde 1997, donde se puede observar un salón netamente fotográfico con imágenes actuales y pasadas de Lima: huacas, balcones, además de la historia de la Perricholi, entre otras curiosidades.

Tradiciones en el apu


Se sabe que es una tradición subir caminando en semana santa y colocar una piedra en cada una de las 14 cruces verdes distribuidas a lo largo del recorrido. Además de esta, existen otras prácticas más recientes como el prender una vela y pedir un deseo antes de dejarla al pie de la cruz mayor. Muchos turistas lo hacen y se cobijan bajo la esperanza de que se les retribuya el cumplimiento del deseo que manifestaron con gran fe.

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